Seguro que has oído tanto la expresión «lectura fácil» (que se hizo especialmente popular con la novela de Cistina Morales, del mismo título) como «lenguaje claro». Sin embargo, pese a que pertenecen al mismo territorio del propósito (clarificar al máximo nuestro mensaje) y pudieran parecer referirse al mismo concepto, hay diferencias entre una y otro.
¿Qué es el lenguaje claro?
El lenguaje claro supone una redacción sencilla, directa, sin alambicadas fórmulas retóricas, que mejore la eficacia de los mensajes escritos. Cuanto más claro esté redactado un mensaje, menor será la posibilidad de malentendido o incomprensión. No solo afecta a la redacción, sino a la disposición espacial y tipográfica del mensaje: que cada idea esté en un párrafo, colocar las comas de manera adecuada, dejar los márgenes pertinentes, escoger un tipo de letra que se lea bien… Imagínate que quitamos la coma en el siguiente enunciado: «María, dice que vengas». Con la coma, estamos informando a María de que alguien la requiere. Si quitamos la coma, es María la que exhorta a venir.
¿Qué es la lectura fácil?
Pese a que la lectura fácil y el lenguaje claro tienen propósito clarificar al máximo nuestro mensaje y pudieran parecer referirse al mismo concepto, hay diferencias entre una y otro.
En cambio, la lectura fácil es un método de redacción que hace accesible la información y la cultura a las personas con dificultades de comprensión lectora. Afecta al vocabulario (evita palabras en exceso técnicas o culta, prefiriendo siempre las más sencillas) y la sintaxis del texto (sortea las subordinadas, las fórmulas verbales complejas, etc.), el orden y la jerarquía del discurso, al formato, diseño y los elementos paratextuales, como las ilustraciones.
Estas dos metodologías no solo son compatibles, sino que con el uso y aplicación de ambas culminó el proceso de estandarización hasta que en 2018 se publicó en España la Norma UNE 153101:2018 EX Lectura Fácil, que recoge las pautas y recomendaciones para la elaboración de documentos, atendiendo a las normas internacionales como a las autóctonas. El lenguaje claro no dispone, a día de hoy, de normativa específica, al no dirigirse a ningún colectivo en concreto.
Dificultad lectora
La dificultad lectora puede darse en aquellas personas que tengan: dificultades para descifrar o descodificar fonológicamente las letras y palabras; para establecer relaciones gramaticales entre las palabras y completar los tres niveles de procesamiento: léxico, sintáctico y semántico; en las funciones cognitivas ejecutivas, como la memoria de trabajo, la abstracción, deducción o imaginación; pocos conocimientos previos sobre vocabulario, temática y contexto cultural.
Esto puede derivar de la discapacidad intelectual, el trastorno mental, trastornos específicos del lenguaje, daño cerebral sobrevenido, dificultades de aprendizaje de la lectura, trastornos del espectro autista, trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad, sordera prelocutiva, sordo-ceguera, envejecimiento, bajo nivel de alfabetización, desconocimiento del idioma o dificultades cognitivas y lingüísticas.
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