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El diseño inclusivo, ¿qué es y por qué es importante?

Fecha:22 Sep 2022
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Joven discapacitado en silla de ruedas subiendo una rampa extraíble de un autobús

La discapacidad aparece cuando no podemos enfrentarnos al entorno. ¿Qué pasaría si en lugar de escaleras existieran rocódromos? Tan solo serían capaces de llegar a su piso aquellos que supieran y pudieran escalar. 

Adaptar el entorno, el diseño arquitectónico, es dar un paso hacia adelante para construir un mundo inclusivo, un mundo mejor. 

La concienciación es una realidad que debería estar encima de la mesa. Solo conociendo la experiencia de aquellos que sufren los impedimentos, seremos capaces de adaptar el entorno para que todos podamos convivir en él.

Andrea Serdá es una joven diseñadora que se dedica, profesionalmente, a crear espacios. 

Como ella, son muchos los que apuestan por el diseño accesible a la hora de definir sus proyectos. 

 

Andrea, para empezar por el principio, ¿qué entendemos como diseño inclusivo o arquitectura inclusiva?

 

Desde mi punto de vista y la experiencia que tengo creo que hay que partir desde marcar la diferencia entre diseño inclusivo o arquitectura inclusiva y accesibilidad.

 

Un diseño accesible es un diseño que todo el mundo puede usar, pero no de forma independiente. En cambio, un diseño inclusivo es el que todo el mundo puede usar y, además, un usuario con diversidad funcional lo puede usar independientemente. 

 

Explícanos un ejemplo de diseño para personas con discapacidad.

Pongamos que para acceder a tu silla en la ópera tienes que subir dos pisos. Un usuario con diversidad funcional necesitará ir a recepción, pedir la llave para acceder al ascensor y que alguien le acompañe para poder llegar a su palco. Este hecho provoca que la persona que -en este caso- va en silla de ruedas, tenga dependencia de un tercero e impedimentos para usar libremente el espacio.

 

Si el mismo teatro hubiera sido trazado por un arquitecto con perspectiva inclusiva, todos los usuarios podrían acceder a su puesto sin la necesidad de recurrir a otras personas y ser “señalados”.

 

¿Qué ocurre para que la inclusión no sea una realidad, sino que sean proyectos a parte de arquitectura adaptada?

 

Detrás de muchos titulares de prensa hay el reconocimiento a un gran esfuerzo de una compañía por haber logrado (nótese la ironía) llevar a cabo un proyecto inclusivo. A mi entender, esto debería ser así de base, es decir, el diseño inclusivo debería ser la realidad más común porque el entorno debe ser un reflejo de los que vivimos en él.

 

Actualmente, considero que los principales hándicaps que existen para que el diseño inclusivo no sea un diseño universal son: poca formación a nivel sociedad enfocada a promover el pensamiento inclusivo, una normativa que todavía no exige y, en tercer lugar, pocos profesionales con discapacidad en los equipos de arquitectura y diseño para ofrecer su perspectiva. 

 

En un mundo ideal la inclusión no debería tratarse como asignatura sino que debería ser parte inherente del propio diseño, ¿no crees?

 

A lo largo de mi formación nunca he tenido una asignatura de diseño inclusivo. Aunque es cierto que la universidad tiende más a la parte estética que la inclusión de los proyectos, resultaría interesante el reto de adaptar ese diseño a todos los ciudadanos. Con este objetivo, mientras no tengamos integrado un pensamiento de diseño holístico que nos contemple a todos, no me parecería mal una asignatura enfocada a la inclusión aplicada en el diseño. Para mí más que un espacio teórico sería un entorno en el que aprender cómo es la experiencia de distintos perfiles con discapacidad cuando entran en contacto con el entorno que los rodea. ¡Y ojalá llegue el día que no tenga que existir!

El diseño inclusivo, ¿qué es y por qué es importante?

Joven discapacitado en silla de ruedas ocupando un espacio adaptado en el autobús para su silla.

 

Estudiaste en una escuela de diseño de mucho prestigio y tu trabajo final fue un proyecto que tenía la diversidad y el diseño inclusivo como eje central. Cuéntanos, ¿de dónde surgió la idea? ¿Qué fue lo que abordaste y cómo lo hiciste?

 

Siempre me he sentido atraída por la idea de diseñar de forma universal. Aunque soy consciente que algunas cosas -como por ejemplo un rocódromo- no son accesibles para todo el mundo, sí creo que hay otras que, con pequeños cambios a nivel diseño, podrían ser utilizadas libremente por todos.

 

A mi entender uno de los colectivos más vulnerables y, al mismo tiempo, más capaces de absorber la diversidad como una normalidad son los niños. Además, ellos son el futuro, si llegan a la etapa adulta con la inclusión más que adquirida, será que algo habremos hecho bien. 

¿Qué sería de los niños sin un parque? Existen espacios de ocio enfocados a niños con movilidad reducida pero son espacios exclusivos para ellos y, a mi entender, propician el “señalar”. 

Mi objetivo fue muy claro, quería diseñar un parque en el que todos los niños pudieran jugar. Tanto los que se mueven en una silla de ruedas como los que no.

Como decía al principio, la inclusión es eso, un diseño que todos puedan utilizar sin la necesidad de ayuda. 

 

En el día a día de alguien que padece ceguera nos podemos encontrar con problemas como: una vitrocerámica, no poder distinguir los briks de leche y de zumo, incapacidad para ir al supermercado solos o al gimnasio… todo un reto a nivel diseño. ¿Por qué si más de un millón de personas en España tienen problemas graves de visión, no existen soluciones ad-hoc para ellos? ¿Por qué el diseño accesible no es una realidad universal?

 

Volvemos al tema de los titulares. Hace relativamente poco vi en la planta de infantil de un hospital como los letreros indicativos habían sido traducidos a braille. La idea es maravillosa. Lo que me sorprendió -negativamente- fue el tamaño del cartel. Lo habían hecho tan grande que el usuario no identificaba que eso era un letrero y, aun menos podía leerlo. A mi entender a esta acción podríamos llamarla “Inclusión-Washing”, es decir, la búsqueda del titular que queda bien a través de una acción que no cumple con sus expectativas. 

 

Me sabe muy mal decirlo así pero mientras la normativa no exija ese cambio, todo quedará en buenas intenciones por parte de las compañías. 

 

Por ejemplo, ¿de qué sirve que una empresa haga bolsas de color morado para el 8M si luego eso no se traduce en cambios reales en el día a día de las mujeres que forman parte de esa compañía?

 

Lo hemos visto con la sostenibilidad. Después de muchas campañas para recortar las emisiones y ser “eco”, se han empezado a promover políticas y a castigar a aquellas empresas y personas que no acaten las normas. Porque si a uno no le prohíben entrar con su coche que contamina a la almendra central de la ciudad, uno seguirá haciéndolo.

 

Si los adultos, los que diseñamos, no tenemos esa “sensibilidad” o no existe norma que nos lo exija, simplemente no lo hacemos. Es por eso que soy una firme defensora de que la inclusión debería ir llegando a nuestra cotidianidad, a través de establecer una normativa o de premiar a esos que apuestan por ello. 

 

Lo mismo ocurre con las personas con movilidad reducida. Deben dejar de hacer por culpa de las barreras que el entorno les pone en su camino. Como diseñadora, ¿Cómo auguras el futuro?

 

Todo pasa por la educación. A más educación, más sensibilidad, menos inclusión-washing y más normativa. Así es como espero que sea el futuro. Las intenciones son buenas en la gran mayoría de ocasiones pero al no existir una normativa, siguen siendo meras “intenciones”. 

Es como una tienda de barrio que instala una rampa para facilitar a la abuela que pueda acceder al comercio. Esa rampa debe cumplir con un porcentaje de pendiente determinado, de no ser así, será intransitable. 

 

¿Qué papel juega la tecnología en este cambio de entorno que tiene como ejes centrales la arquitectura y la discapacidad? 

 

Fundamental. Gracias a los avances en diseño y tecnología, ahora mismo contamos con unas aplicaciones que son los ojos y los oídos de muchas personas. Los smartphones se han convertido en aliados indispensables para aquellos que padecen una discapacidad, y las compañías de desarrollo contemplan este sector como un nicho al que poder apoyar con nuevas soluciones.

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